El ser en Parménides
- Fernando Mosteiro
- 6 may 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 13 may 2021

He de confesar, antes de dar comienzo a este artÃculo, que la figura de Parménides de Elea me lleva fascinando mucho tiempo. Creo que toda fascinación nace de una comprensión limitada de lo que provoca este interés, esta sana curiosidad por saber, ya que todo objeto o ente que podemos captar, entender y diseccionar a la perfección mediante nuestros sentidos y razón conlleva una apropiación del mismo, despojándolo de carácter y forma únicos.
La interpretación del pensamiento de Parménides, filósofo nacido a finales del siglo VI a.C en la Magna Grecia -sur de la actual Italia- resulta ardua y esquiva. Da igual la veces que se hayan leÃdo los textos y las fuentes directas que llegaron a nuestros dÃas, asà como distintos estudios publicados de pensadores posteriores sobre su obra, resulta imposible llegar a la misma conclusión que en las pasadas lecturas de la filosofÃa de Parménides.
Su discurso y lÃnea de pensamiento fue totalmente novedosa, materializado en una única obra. Como mucho de sus coetáneos y antepasados, denominados "presocráticos", tituló su tratado Sobre la naturaleza. Es un poema didáctico escrito en hexámetros y en dialecto homérico con un claro estilo épico. No voy a entrar en el contenido literario de la obra, que sin duda lo tiene, si no en su aspecto plenamente filosófico. Lo que en la obra se expresa inaugura para muchos historiadores e investigadores la metafÃsica occidental, legando una influencia directa a los postulados platónicos y aristotélicos. El poema expone su doctrina a partir del reconocimiento de dos caminos para acceder al conocimiento: la vÃa de la verdad y la vÃa de la opinión. Sólo el primero de ellos es un camino transitable, siendo el segundo objeto de continuas contradicciones y apariencia de conocimiento. Cito según recoge Alberto Bernabé, filólogo y experto en épica griega, cómo Parménides expone estas dos vÃas:
Ea, pues, que yo voy a contarte (y presta tu atención al relato que me oigas) los únicos caminos de búsqueda que cabe concebir: el uno, el de que es y no es posible que no sea, es ruta de Persuasión, pues acompaña a la Verdad; el otro, el de que no es y el de que es preciso que no sea, este te aseguro que es sendero totalmente inescrutable. Pero centremos el asunto que nos atañe. ¿Qué trata Parménides en su obra para que sea esta tan revolucionaria? Los presocráticos conformaron y trabajaron sobre una cosmovisión de la realidad que les rodeaba a partir de los distintos arjé, concepto fundamental en la filosofÃa de la antigua Grecia, que significaba el principio ordenador del universo o el primer elemento de todas las cosas. Para Tales de Mileto, el principio de todas las cosas era el agua, más tarde AnaxÃmenes consideró que el arjé era el aire o la niebla, fluidos por excelencia, para Heráclito serÃa el fuego y todo lo que este representa -el continuo devenir y cambio de todo lo existente- entre otros muchos autores que vamos a dejar en el tintero.
Parménides por otra banda centra su cosmovisión en el ser y mediante la razón y la lógica trata de diseccionar, de forma visceral, el concepto. El ser es ahora, ya que si era ya no es y si será todavÃa no es, por tanto la inmovilidad que todo esto conlleva le arrastra hasta una de sus máximas: niega la posibilidad de que «lo que es» surja de «lo que no es», puesto que no puede pensarse ni decirse lo que no es.
En alas de su lógica llegamos a lo que se conoce como una aporÃa: razonamientos que en los cuales surgen contradicciones o paradojas irresolubles. ¿Cómo tratamos nuestra realidad que se encuentra en continuo cambio y tránsito? Si de lo que no es no puede surgir nada que sea, ¿Cuál es el principio de toda realidad existente, del mundo que habitamos? Volviendo a las dos vÃas que expusimos anteriormente, la que deberÃamos excluir es la llamada vÃa de la opinión ya que esta parte de la aceptación del no ser, de la nada, lo que resulta inaceptable dado que el no ser no es. Con esto podemos llegar a afirmar que el no es serÃa la nada, y de la nada no puede concebirse ningún tipo de conocimiento. Para alcanzar el conocimiento sólo nos queda pues, la vÃa de la verdad. Esta vÃa está basada en la afirmación del ser. En palabras del filósofo griego:
Es necesario que sea lo que cabe que se diga y se conciba. Pues hay ser, pero nada, no la hay. (...) Y ya sólo la mención de una vÃa queda; la de que es. Y en ella hay señales en abundancia; que ello, como es, es ingénito e imperecedero, entero, único, inmutable y completo.
Es sorprendente que las posturas que planteaba Parménides hace dos mil quinientos años sigan gozando de tanta vigencia a dÃa de hoy, habiendo tenido una influencia primigenia desde la filosofÃa hasta la fÃsica, pasando por la teologÃa y otras ramas del estudio. Parménides permanecerÃa a la sombra del debate filosófico hasta finales del siglo XIX, cuando a partir de pensadores como Schopenhauer, Nietzsche o Heidegger su filosofÃa volverÃa a retomarse y a ser objeto de estudio y discusión. Con posterioridad trataré la ontologÃa de Martin Heidegger de forma breve pero concisa, autor alemán que se asombrará con la obra del griego y la que remarcará con ahÃnco durante toda su vida, ya que me parece una perfecta continuación del pensamiento de Parménides en la filosofÃa contemporánea.

Puede parecerle al lector/a que el trabajo de Parménides se encuentra obsoleto o que carece de importancia tanto teórica como práctica. Pero nada más lejos de la realidad, dado que incluso podemos encontrar influencias notorias del pensamiento del antiguo filósofo griego en la teorÃa de la relatividad general de Albert Einstein, además de sentar las bases de la lógica, junto con Aristóteles, por emplear argumentos deductivos y formular principios como el de no contradicción o el de lógica de identidad.