No quiero mentir al lector/a, ¡cómo osaría yo atreverme siquiera a tal gesto! si confieso que una de las principales razones por la cual decidí crear una sección específica en la que pudiera abordar, con la agradable compañía de todos vosotros, reconocidas obras de arte de toda época y lugar fue poder tener el privilegio de analizar y contemplar cuadros como los de Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610), precursor de la pintura realista - tanto en su aspecto físico como emocional - y maestro sin parangón de uno de los estilos artísticos por antonomasia de la civilización occidental: el Barroco.
Podemos encontrar varios Caravaggios dependiendo de la perspectiva que tomemos en su estudio. Por una lado está el artista, la figura del pintor como genio creativo y que acabaría trascendiendo en la historia, siendo considerado por muchos críticos de arte como el primer artista moderno. Sin embargo, no podemos entender la totalidad de su figura sin su contexto histórico y personal. Caravaggio fue un buscavidas, un maleante más proclive a las diversiones nocturnas que a las religiosidades matutinas, hecho que se demuestra con creces en los personajes de sus lienzos: la anciana, el noble barbudo, la joven prostituta, el canalla, entre otros. Estos caracteres no surgen al azar en la mente de Caravaggio, sino que son manifestaciones de su propia forma de vida, son el tipo de personas con los que se relaciona, enfada, pelea o ama.
Este caótico modo de vida, entre tabernas de dudosa fama y oscuros lupanares, conllevaría a numerosos problemas del pintor con las distintas autoridades de la Italia de la época. Recordemos que el país transalpino a finales del siglo XVI estaba conformado por distintos ducados - Florencia, Milán -, los Estados Pontificios - Roma - y el Reino de Nápoles, entre otros entes políticos de menor envergadura. Caravaggio recaló primero en Milán, donde se formó como aprendiz a las órdenes del pintor lombardo Simone Peterzano, para luego empezar su idilio artístico en Roma, Nápoles, Malta y Sicilia. En muchos casos sus cambios de residencia eran provocados por algún altercado en el que se veía involucrado, teniendo la necesidad de escapar de la ciudad donde se encontrase por perder la protección de sus mecenas. Recoge en sus escritos Floris Claes van Dijk una pequeña descripción del artista italiano, pintor neerlandés y coetáneo de Caravaggio, que dice así:
Después de varios años de trabajo, Caravaggio pasó de una ciudad a otra sirviendo a varios señores importantes. Es una persona trabajadora, pero a la vez orgullosa, terca y siempre dispuesta a participar en una discusión o a enfrascarse en una pelea, por lo que es difícil llevarse bien con él.
En una trifulca nocturna del 29 de mayo de 1606 llegó a matar a un hombre, seguramente por accidente, llamado Ranuccio Tomassoni. Este hecho provocó su exilio de la ciudad de Roma y su escapada a Nápoles, para después de un tiempo trasladarse a la isla de Malta, de aquella sede de la orden de los Caballeros de Malta y patrocinado por el Gran Maestre de la orden, Alof de Wignacourt. Es en esta pequeña isla del Mediterráneo central es donde realizará la pintura que hoy traemos a la web, por muchos designada como su última obra maestra: La decapitación de San Juan Bautista. Este lienzo fue encargado por la orden de caballeros para coronar el oratorio de la Concatedral de San Juan en la Valletta, lugar donde se puede visitar aún a día de hoy. Esta obra le valió a Caravaggio "además del honor de la cruz (...) un rico collar de oro y el regalo de dos esclavos, con otras demostraciones de la estima y la satisfacción por su trabajo", siendo proclamado caballero de la orden de Malta el 14 de julio de 1608.
Comenzando el análisis de la obra, vemos que la violencia ya ha sido perpetrada y que el cuerpo de San Juan se encuentra en el suelo con la sangre brotando de su cuello, sangre en la cual Caravaggio dejará escrita su única firma en un cuadro suyo: f michelangelo, entendiendo la "f" como la palabra latina fecit (hizo). El uso del color rojo, como claro anunciador de la violencia allí cometida toma lugar alrededor del cuerpo sin vida de San Juan, tanto en su sangre derramada en el suelo como en la manta que cubre su cuerpo. La composición de la obra gira en torno de la figura del verdugo, conformando su brazo izquierdo con el que agarra la cabeza del santo el eje desde donde gira toda la disposición del lienzo. Con la espada con la que se dio muerte tirada en el suelo, el verdugo se dispone a terminar de una vez con todas la faena esgrimiendo un cuchillo que porta en su cadera, mientras en la escena observan atónitos un noble, una anciana y una joven que se encuentra agachada con la bandeja que recogerá la cabeza del santo entre sus manos. Esta joven la podemos reconocer como Salomé, la hijastra de Herodes que, tal y como se cuenta en los evangelios, solicitó la cabeza de San Juan Bautista a instancias de su madre Herodías, esposa del tetrarca, debido a la animadversión que esta última profesaba al santo, aquel que bautizó a Jesús.
La escena tiene lugar en lo que parece ser una calle de la época de Caravaggio, que queda en la penumbra con respecto al cono luminoso que destaca el acto del martirio, relajando en este caso respecto a obras anteriores el recurso pictórico insignia de la pintura del maestro italiano: el "tenebrismo". No podemos dejar atrás la parte derecha del cuadro, donde el pintor refleja a dos figuras masculinas observando la escena tras una ventana con barrotes, recurso que permite introducir al espectador en el lienzo, haciéndole partícipe pasivo del martirio allí acaecido.
La obra de La decapitación de San Juan Bautista es la de mayores dimensiones que realizó Caravaggio en vida, llegando a medir 361 cm por 520 cm, con lo que el lector puede imaginarse la grandiosidad de la obra sin mucha dificultad. Este sería su penúltimo lienzo, al que le seguiría su última gran obra David con la cabeza de Goliat, cuadro con el que trataría de ganarse el perdón de sus mecenas en la ciudad de Roma después de años de exilio a causa del crimen que comentamos con anterioridad.
En este último lienzo Caravaggio se autorretrata en la cabeza del difunto Goliat mientras que David, con un claro gesto de asco, sostiene su trofeo. Escribiría Manilli sobre esta obra lo siguiente:
En esa cabeza [Caravaggio] deseaba representarse a sí mismo y, en el muchacho, a su caravaggino.
De esta pintura podemos sacar valiosa información de los últimos meses de vida del pintor, ya que solo un sentimiento de repugnancia consigo mismo, y en cierto modo también de redención, podría explicar que se identificara con el decapitado Goliat de los antiguos testamentos. Sea esta una conjetura correcta o no, es imposible no reconocer la basta influencia que Caravaggio ha dejado como legado en la historia del arte, además de las maravillosas obras que perduran entre nosotros y que tenemos la inmensa suerte de poder visualizar y gozar. Podríamos resumir su vida en el mensaje en latín que deja para la posteridad en el filo de la espada que blande David en este último cuadro, que reza así:
Humilitas occidit superbiam ("La humildad mata al orgullo").
Fecha - 1608
Estilo - barroco italiano
Características - óleo sobre lienzo, 361 cm × 520 cm